CON
LOS OJOS BIEN ABIERTOS
Una de las películas más interesantes
que se han estrenado ultimamente nos llega desde el lejano Japón y se
titula "Zatoichi".
La película cuenta la historia de una personaje muy
conocido en aquel país y sobre el que ya se han realizado más de 20
adaptaciones, aunque sin haber visto aquellas, sin duda, seguro que
ninguna será tan peculiar como esta.
Tal personaje es un solitario masajista
ciego y aparentemente desvalido bajo el cual se oculta en realidad la
figura de un samurai invencible y con capacidades sensitivas casi rozando
lo milagroso (como ser capaz de adivinar en una mesa de juego si los
dados que se lanzan bajo un cubilete suman un número par o impar sólo
con su capacidad auditiva y de concentración mental).
El cine de Kitano es especial y el que se acerque a esta película sin
conocer su particular universo, puede salir del cine bastante desconcertado.
Así pues, en esta ocasión nos plantea un relato de aventuras, repleto
de humor, violencia, melodrama, música y acción, un cóctel exótico y
de placentero sabor.
Antes de continuar, habría que dar unas pinceladas a grandes trazos
sobre la obra y la personalidad del director de esta película y al mismo
tiempo protagonista absoluto como de la mayoría de sus films.
Kitano
era uno de los humoristas más carismáticos de Japón antes de dedicarse
al cine, muchos de nosotros aún recordamos sus estrambóticas apariciones
en aquel sádico programa titulado por estos lares "Humor Amarillo",
pero el Kitano cineasta se ha labrado un respeto por la crítica mundial
como verdadero autor, algo que paradójicamente en su país no les ha
acabado de cuajar, ya que su faceta de cómico les hace difícil asimilarlo
en otras situaciones (vamos, como si aquí Santiago Segura hiciera una
película de arte y ensayo).
Dicho esto, hemos de percibir que no estamos ante un director común
y por eso sus películas tampoco lo son y eso es lo más gratificante
de esta imperfecta película, la ruptura de las reglas, la mezcla de
géneros, los contrastes, el choque cultural occidente-oriente de todas
sus obras.
"Zatoichi" no es una obra maestra, ni posiblemente este a la altura
de algunos de sus anteriores films, pero hay que considerar que ésta
es la primera vez que Kitano partía de una historia ajena y que aunque
tenía que hacerla suya, también debía respetar a los seguidores del
mítico personaje. Sin embargo, si puede asegurarse que estamos ante
una buena película y hoy en día la cosa no está para tirar cohetes.
Así pues, las peripecias de este samurai ciego, ganadoras de los premios
al mejor director y del público en el Festival de Venecia, del público
en el de Toronto, y a la mejor película, banda sonora y del público
en Sitges, complacerán a un público dispuesto a disfrutar con la propuesta
del director, que se deje seducir por películas diferentes a las taquilleras
super-producciones americanas y en especial a la legión de seguidores
de Kitano que se está labrando por todo el mundo, aunque probablemente
aburra y desconcierte a un público que vaya a ver una película más de
samurais o con una estructura clásica.
He de reconocer que la primera vez que ví a Kitano, con su expresiva
inexpresividad, con sus silencios y sus monosílabos y su extraño humor
yo también quedé descolocado, pero como a todo gran autor, se le disfruta
cuanto más se ahonda en su universo y más películas de él se ven.
"Zatoichi"
contiene momentos antológicos, como ese final en plan musical de Broadway
(la música es excelente y la coreografía conjuga de nuevo la obsesión
de su autor por la mezcla de culturas, ya que la danza tradicional japonesa
se funde con el claqué americano) y que ya tiene varios antecedentes
en la película que lo anticipan, como la también magnífica secuencia
de los campesinos golpeando la tierra con sus azadas al ritmo de la
banda sonora.
La parte más espectacular de la película son las luchas,
también coregrafiadas como una danza gore salpicada de chorros exagerados
de sangre, entre las que se encuentra una bajo la lluvia que sirve como
homenaje al maestro Kurosawa y sus 7 samurais.
Otros momentos a destacar
son el de la clase de artes marciales a unos campesinos (donde el "humor
amarillo" del pasado retoma el presente con fuerza), el flashback de
la infancia de las geishas donde Kitano se pone serio y la apertura
del film donde a base de breves y violentos flashbacks (de nuevo saltándose
las normas establecidas por la industria) se nos presenta a algunos
de los personajes importantes para la trama en una secuencia de espléndido
e innovador tratamiento cinematográfico.
Es cierto, que la película
peca de un excesivo metraje, como ya le sucedió a su autor en su anterior
y magistral obra "Dolls" (un melodrama excesivo y bello llevado hasta
las últimas consecuencias como sólo los japoneses son capaces de hacer
sin caer en el más absoluto de los ridículos), pero eso no es suficiente
para estropear el buen sabor de boca que nos dejan dos horas de cine
verdadero, mitad entretenimiento, mitad arte.
U.C. (Daniel Farriol)